Conferencia de Emilio Ontiveros


Ayer por la tarde asistimos, en Can Domenge, a una conferencia de Emilio Ontiveros bajo el título «La Crisis Global: Impacto sobre la economía española».

Fue una charla interesante y amena, con una ronda de preguntas igualmente enriquecedora.

Resumir sus palabras resulta algo muy complicado, máxime si tenemos en cuenta que mi memoria no es lo que era; de todas formas, me gustaría compartir algunas de sus ideas.

Según con que parte de su intervención nos quedemos, podemos hundirnos en una depresión o tener alguna esperanza de que toda este despropósito de crisis acabe en un futuro no muy lejano. Me quedo con un Emilio Ontiveros razonablemente optimista respecto a la situación de España, que choca con la visión apocalíptica de otro gran economista, Xavier Sala-i-Martín.

En palabras de Ontiveros: «Estamos en el peor momento de la economía mundial desde la II Guerra Mundial, vivimos un momento histórico.»

No se puede decir que hayamos tocado fondo aún; lo peor de la crisis no ha pasado. Eso opina este economista y muchos otros.

El epicentro de la crisis se sitúa en EE.UU., lugar donde se supone habitan los grandes genios financieros del mundo. Este país controla el coloso en llamas bancario Citi Group y la aseguradora AIG, entre otros. La Banca está siendo nacionalizada en todo el mundo.

A la pregunta de si es justo que los contribuyentes mantengamos a los bancos que nos han ayudado a caer en esta crisis, contesta que no hay otra solución, la economía mundial no puede desarrollarse sin un sistema financiero estable y que genere confianza.

La crisis actual es singular por varias razones. Por su contagio mundial y rápido (pensemos que podríamos establecer el día 09/08/07 como virtual inicio de la crisis), por el número de entidades bancarias afectadas (que pone en tela de juicio la calidad de los supervisores del sistema), por la larga duración y por su efecto en la economía real (parados, destrucción de empresa, etc). Una crisis de caballo, en pocas palabras.

Se muestra moderadamente optimista, «uno tiene cierta esperanza», dijo.

La gran y favorable diferencia con otras crisis es que se está dando una reacción coordinada de las autoridades de todo el mundo; considera muy acertado que se estén frenando las tentaciones proteccionistas de los países. No sería bueno que algunos países empobrezcan a los vecinos mediante tácticas pasadas como las devaluaciones competitivas, comentó.

Señala que nunca habíamos asistido a un escenario económico mundial de deflación (bajada de precios) global. Que estamos muy entrenados para combatir la inflación, pero no para aplicar recetas que combatan la caída de precios.

En cuanto a España, dibuja una capacidad de nuestra economía cuando menos satisfactoria, que choca con lo que uno oye en otros ámbitos.

Defiende el endeudamiento del estado para activar la demanda: «inconsciente el gobierno que no cree déficit actualmente».

Comenta que tanto EE.UU. (13,5 % del PIB) como Reino Unido (12%) o Japón (9%) prevén déficits superiores a España.

Niega que el coste real del despido en España sea alto, en base a que con un 30% de empleo temporal es barato prescindir de mano de obra.

También halaba la fortaleza que está demostrando el sistema financiero español, con unos niveles de solvencia superiores a la media mundial, un buen supervisor (Banco de España) y unos mecanismos de gestión de riesgo eficientes (tanto por la información que las 40.000 sucursales bancarias tienen de sus clientes como por que hay trazabilidad del riesgo, es decir, las hipotecas no salen de los balances).

Defiende que de los tres tipos de capital que mueven la economía, el físico (infraestructuras, maquinaria, etc), el tecnológico y el humano, es hora de invertir en estos dos últimos. Esta crisis puede ser una oportunidad de mejorar la estructura económica del país.

Esta crisis es, en pocas palabras, «una crisis profunda, nueva y global».

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