Desvergüenza política y fraude fiscal

Pagar tributos es una obligación democrática y la deberíamos asumir convencidos de que sirven para arropar a los desfavorables, por una parte, para mejorar el rumbo de la economía cuando los mecanismos de mercado fallan (y fallan muchas veces), asegurar una renta suficiente a los que no trabajan o se jubilan, tener una sanidad que impida que la gente enferme y muere por falta de recursos.
Incultos hay en todos los países, que ni comprenden la importancia de pagar impuestos ni les importa comprenderla. También gente egoísta, que prefiere que el dinero se quede en su bolsillo. No va de este tipo de gente, este artículo. Va de los contribuyentes que sabemos que pagar impuestos para mantener un Estado bien gestionado y justo, económicamente innovador y democrático es vital y útil.
El problema actual es múltiple, en relación al pago de impuestos:
Situaciones del partido del Gobierno actual como tener cajas en B según un juez o tesoreros con las manos largas, además de escándalos como el de los ERE de otros partidos de la competencia, no inspiran mucha confianza en los contribuyentes sobre la buena gestión de sus recursos.
Amnistías fiscales a evasores, hechas a mal, destiempo y sin justificación suficiente, envían una mala señal: los defraudadores ricos tienen descuento en su factura tributaria, los cumplidores, no.
Casos de clara confiscatoriedad tributaria, como es el caso de autónomos que no generan ingresos, por no hablar de muchos otros casos, generan un sentimiento de maltrato en los que la sufren y en los demás.
Un rescate y ayudas bancarias que ascienden a más de 200.000 millones si sumamos ayudas directas, indirectas y avales, en lugar de dedicar los recursos (vía endeudamiento) a las familias y economía productiva, dejan claro que los votantes valen mucho menos que los banqueros y políticos que destrozaron las cajas de ahorro.
Pagar impuestos, sí. Pero quitemos a estos «gestores» políticos, racionalicemos la Administración Pública y luchemos sin piedad contra el fraude fiscal, empezando por las grandes empresas. Un país de pandereta o un país próspero, de esto van el «rollo» de votar, por cierto.
Os dejo la tertulia de hoy en IB3 Ràdio, en que a veces se habla en castellano y a veces en catalán:
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