La relación entre Dios y el dinero
Irónicamente, existe una relación entre Dios y el dinero mayor de lo que nos imaginamos. El dinero, las inversiones y las empresas son espectros ficticios que, al igual que un Dios, solo existen si los creamos en nuestra imaginación. Si esto es cierto, tampoco tiene sentido el debate político-económico entre igualdad o libertad. Ambos también son conceptos tan humanos como la capacidad de imaginarnos una realidad utópica. Y cada uno tiene la suya. No nos consta que los perros tengan imaginación ni que entiendan de igualdad o libertad. Solamente entienden el hambre, el peligro, el dolor, la euforia o la excitación. Así, el capitalismo y el comunismo son simples religiones: conjuntos de normas elaboradas por el ser humano que aceptan la existencia de unas fuerzas supra humanas (la mano invisible o el colectivismo). Es más, en la mayoría de las ocasiones, las ideologías son enfermedades de transmisión sexual.
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La relación entre Dios y el dinero, ignorada por el humano
El dinero, entonces, realmente no existe. Pero por favor, no se lo digáis a la persona que viene a limpiar mi casa cada semana. Es más, si no existiera dinero alguno, habría que inventarlo. Al menos esto es lo que dijo Voltaire sobre Dios en pleno periodo de Ilustración.
Aceptamos unos trozos de níquel o papel porqué tenemos la certeza, en nuestras mentes y en las del colectivo que nos rodea, que otros humanos lo aceptarán para intercambiarlos por comida u otros bienes o servicios. Es por algún motivo que no aceptamos billetes del Monopoly a cambio de nuestro trabajo a final de mes. Entonces, el valor de un billete de 50€ será de 50€ siempre y cuando toda la sociedad acepte que ese trozo de papel puede ser intercambiado por productos que sumen el mismo valor.
Hoy en día es muy común recibir nuestros ingresos directamente en nuestra cuenta bancaria. De este modo, nos creemos poder comprar productos con un dinero que solo hemos visto en nuestras pantallas y cuya existencia física es más que cuestionable. Es más el dueño de la tienda nos confía en una tarjeta de plástico y nos deja abandonar su establecimiento con sus productos tranquilamente. Esto es así, porqué nos imaginamos que el dinero ha viajado de una cuenta a otra para que posteriormente un sistema informático nos confirme que un dinero que no existe físicamente, que solo existe en nuestras mentes, ha pasado de la cuenta del cliente a la cuenta del dueño de la tienda.
El valor que los humanos o nuestra imaginación deposita en unas monedas roza los confines de la lógica. Los comerciantes de territorios asiáticos de entre los años 27 a.C. y 476 d.C. aceptaban las monedas del imperio romano, incluso aunque esa no fuera la divisa en circulación en su economía local. Los humanos nos hemos creído siempre que una moneda de níquel o un rectángulo de papel tiene valor y que podrá ser intercambiado por alimentos, ropa o servicios. Y es gracias a esta creencia que los humanos hemos cooperado para crear el mundo en el que vivimos hoy. Mientras una persona o grupo son capaces de crear alimentos suficientes para miles de personas, estas otras pueden dedicarse a otras tareas como la construcción, la jurisprudencia, la enseñanza o la investigación científica.
Aceptando la existencia de un Dios (o varios) y siguiendo la palabra del Señor, los humanos hemos cooperado en rituales, en ofrendas, hemos realizado buenas obras en favor de los más desfavorecidos y hemos creado una sociedad que convive en orden y harmonía. Si obras bien (trabajo) y no caes en la tentación (consumismo), al final de tus días tendrás la salvación divina (a final de mes/año tendrás un salario/patrimonio). Y aquí es cuando la relación entre Dios y el dinero se manifiesta de forma clara. Este orden y harmonía social existe gracias a Dios, o a que creemos que hay un Dios. Por esto Voltaire dijo que, si Dios no existiera, habría que crearlo para establecer este orden y cooperación social. Del mismo modo, si no existiera el dinero, habría que crearlo, sino, la persona que viene a limpiar mi casa dejaría de venir.
Tanto Dios como el dinero necesitan verdaderos creyentes para que su valor sea efectivo. Y eso lo hemos podido comprobar con las criptomonedas. La burbuja cripto supone otro ejemplo de la estrecha relación entre Dios y el dinero. El cristianismo no habría existido más de 2.000 años si no hubiera curas y sacerdotes que creen en Jesucristo. La estructura económica que hoy tenemos no se aguantaría si los banqueros e inversores no creyeran en el capitalismo. Y la democracia no habría durado mucho si los humanos no creyéramos que todos tenemos los mismos derechos. Los derechos humanos también los hemos creado los humanos, no la biología o la física. La gravedad seguirá actuando incluso aunque dejemos de creer ella, pero la economía, la religión, o la democracia requieren verdaderos creyentes incondicionales.
¿El todo poderoso Dios, o el todo poderoso dinero?
En la relación entre Dios y el dinero, las fuerzas se decantan por el segundo. El ejemplo del valor del dinero romano en Asia desarma a cualquier Dios, por muchos rayos o poderes que pueda tener. Dos personas pueden orar a Dioses distintos, pero ambos aceptarán siempre dinero. Ese valor, aunque sólo exista en nuestra imaginación, para nosotros es real.
Ningún chimpancé mueve un dedo para garantizar la supervivencia de la especie, tampoco lo hace un león o un pez. De la supervivencia ya se encarga la biología y la propia evolución de la especie, otorgándoles velocidad y fuerza para cazar o huir, o una alta fertilidad. En cambio, a los humanos no nos mueve la biología, sino la imaginación. La idea de que el dinero tiene un valor que podrá ser intercambiado por lo que yo más desee nos empuja a cooperar con completos desconocidos.
Aunque yo solo dejara de creer que un billete no tiene ningún valor y que es un simple papel. Yo, solo soy uno que deja de creer en el mito que sustenta el orden económico. Pero para los del orden económico, ese mito es objetivamente real. La ínter-subjetividad, la aceptación integral del mito, lo vuelve real. Que un Dios o el dinero existan físicamente o no es irrelevante. Lo importante para el orden y la cohesión social es que existan al menos en nuestra imaginación.
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