Inversión en Inteligencia Artificial

La Inteligencia Artificial (IA) es un hecho, es una nueva revolución industrial a la que cualquier persona o empresa se debe adaptar para no quedarse atrás en un mundo que será cada vez más competitivo, tanto a nivel profesional como a nivel financiero.

A pesar de las posibles sombras o, mejor dicho, temores a lo desconocido que suelen acompañar estos acontecimientos que acaban cambiando industrias, empresas o incluso a los propios trabajadores (o puestos de trabajo), las recompensas para los que salgan de su zona de confort y se suban al carro de la IA son potencialmente elevadas. Veremos en este artículo las claves de la inversión en Inteligencia Artificial.

Invertir en IA: los mercados financieros

Cualquier persona puede beneficiarse de la inteligencia artificial en su vida diaria, ya sea en el trabajo, en el deporte o incluso en el ocio. Sin embargo, hay otro camino que analizaremos en este post: utilizar los mercados financieros para invertir en compañías que generan, optimizan o se benefician de forma directa de la IA.

Empresas relacionadas con la IA

Cuando se habla de inversión en Inteligencia Artificial, nuestra mente se dirige hacia empresas tecnológicas.

Los fabricantes de semiconductores destacan en este escenario, especialmente por la evolución de la norteamericana NVIDIA y su tendencia alcista que parece no tener freno, no en vano fue con diferencia la empresa más rentable del S&P 500 en 2023, es la segunda en 2024 y ya capitaliza más de 2.000 billions de dólares, siendo la cuarta por tamaño del S&P 500.

Aun así, éste no es el único sector relevante; también debemos considerar otros como big data, cloud, servidores, hardware, software, machine learning (lamento poner tanto anglicismo, no me gusta, pero creo que se entiende más) y cómo no, ciberseguridad, entre otros.

De hecho, la inversión en IA no debería limitarse solo al sector tecnológico: hay otros tipos de compañías  de diversos sectores que también se benefician de esta revolución y que, por ello, deben ser incorporadas en el radar de la inversión en IA.

Posiblemente la automoción (Tesla), la salud (Intuitive Surgical) o el consumo (Amazon) pueden parecer normales dentro de la “familia IA” pero ahí no queda la cosa:  la banca (fintech), asesoramiento patrimonial (wealthtech), formación, aeronáutica, o incluso las empresas relacionadas con la agricultura; recomiendo entrar en la web del fabricante de tractores John Deere, buena parte del problema que están sufriendo agricultores y que recientemente nos han puesto sobre la mesa (o sobre las carreteras) tendría solución gracias a la IA.

 

Fondos de inversión y ETFs

Pero como todo en la vida, no todo brilla en el ámbito de la inversión en Inteligencia Artificial que conlleva unos riesgos significativos.

Justamente la elevada gama de empresas susceptibles de formar parte de cartera de inversión en IA ya, por en sí, dificulta el proceso. Hay quien habla de burbuja de la IA comparándola con la “punto com” del año 2000. Hay diferencias muy significativas (desde la madurez del sector a los niveles de deuda) pero es cierto que pueden (y quedarán) varias por el camino.

Pero no solo eso: aún invirtiendo en las mejores, hay riesgos sobre el sector, por ejemplo que acierten los más agoreros y sí se trate de una burbuja, o sin serlo se den circunstancias que castiguen al mercado por X motivos, ya sean cisnes negros o simplemente rebaja de expectativas.

La manera más simple de mitigar estos riesgos es a través de la compra de fondos de inversión. De esta forma se minimiza el riesgo de no acertar en las empresas concretas (los fondos invierten en varias, de hecho como ejemplo, según Morningstar , el fondo Echiquier Artificial Intelligence tiene  en cartera 35 compañías y muchas más, 68, el Allianz Global Artificial Intelligence, por cierto en ambos casos la empresa que más pesa es NVIDIA. Además, es fácil integrar alguno de estos fondos en una cartera de un pequeño inversor ya que al no tener capital mínimo (o ser testimonial) se puede estar diversificando en IA dentro de una cartera, a su vez, diversificada por sectores.

También se puede invertir vía ETFs buscando esa diversificación, hay diferencias operativas (mucho más ágil el ETF que el fondo tradicional), fiscales (mucho mejor el fondo tradicional) y de gestión (la entidad gestora de un ETF simplemente tiene que comprar las acciones necesarias para replicar un índice, sin valorar si es buena o mala).

Desde luego, se abren innumerables oportunidades de inversión para que el pequeño inversor deje de mirar con envidia y desde la barrera el crecimiento exponencial de un sector que en otro tiempo sería casi imposible poder integrar en el día a día de su inversión.

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