Leo en Meneame el supuesto caso (actualización 11/08/2010: acerté al sospechar, es un Hoax, si bien no desvirtúa el contendido de este post) de una empleada que abandona su trabajo harta de sentirse menospreciada por su jefe Spencer. Os recomiendo ver y leer las fotos por qué no tienen desperdicio. La traducción, si la necesitáis, está en el comentario 8 del enlace de Meneame.
Básicamente, se va al saber que su jefe, además de tratarla despóticamente y olerle mal el aliento (señores, pidan a su familia que le diga la verdad en pos de una saludable jornada laboral con los suyos), considera que una de sus mayores cualidades es estar buena. Daría risa si no fuera tan triste y tan común, me temo. No es que encontrar bonita a una compañera o empleada o jefa sea malo, lo malo es usar esta percepción para minusvalorar las cualidades de una profesional.
En la misma línea, no de belleza femenina, sino de un profesional que se ha marchado de una empresa por la incapacidad directiva de su responsable, leí un post explicando su vivencia de un buen amigo (está en catalán, aconsejo Google traslator en caso de no entenderlo, vale la pena).
No voy a polemizar por polemizar, yo soy un empresario humilde y tengo mis virtudes y defectos laborales como todo el mundo. No se trata de atacar al colectivo de directivos ni hacer populismo bloggero barato.
Lo que ocurre es que uno, si dirige personas y gestiona recursos, tiene una responsabilidad que no puede olvidar. De su capacidad de gestión, de coordinar equipos humanos, de su involucración en la empresa y en sus habitantes (socios, directivos, empleados, proveedores, clientes) depende no sólo su sueldo o beneficio, sino las personas y sus sueldos y bienestar.
Un directivo inútil puede llevar a la ruina una empresa y mandar a sus empleados a la calle, a los socios arrebatarles el valor de las acciones, a sus proveedores obligarles a ajustar sus plantillas y a los clientes dejarles sin servicio, entre otros damnificados.
No digo que para ser directivo haya que ser un genio, ni mucho menos. Ni que se haya que tener un carácter exquisito y una inteligencia emocional a prueba de bomba. Lo que si digo es que si uno tiene intención de dirigir personas y recursos, debe ser disciplinado, serio, voluntarioso, disfrutar de su trabajo y de trabajar con los demás, formarse cada día en las habilidades técnicas que requiere su puesto y en las emocionales que se necesitan para mandar. En pocas palabras, ser un jefe y no un gañán empresarial.
Los emprendedores arriesgan su dinero e invierten su tiempo para, si la cosa funciona, obtener un beneficio. No basta, para poder apropiarse del beneficio que genera su empresa. Hay que dar más, crear un ambiente de trabajo productivo y sano en que sus empleados se sientan bien. La responsabilidad social ya no debería ser un plus, en una sociedad interconectada y social como la que empezamos a vivir, crear empresas humanas será una condición necesaria para sobrevivir empresarialmente. O eso espero si queremos ser un país competitivo.
A los vagos, a los manipuladores, a los arrogantes, a los engreídos, a los aprovechados, a los déspotas, a los ignorantes, a los irresponsables y demás, les ruego no se dediquen al mundo de la dirección. Sobran.
Economista colegiado hace más de 25 años en el CEIB. CEO de Futur Finances. Perito financiero de Futur Legal.
Profesor de Economía Financiera (UIB) y director de Máster (UNIR). Consejero del Consejo Económico y Social de Illes Balears. Patrono de la Fundación Finsalud.
Licenciado en Economía (octubre 1997) y en Administración y Dirección de Empresas (julio 1999) por la UIB. Master Universitario en Asesoría Fiscal por la UNIR (enero 2022).
Autor de libros y artículos académicos (ver en Dialnet): La Banca Culpable (Esfera de los Libros, 2013); capítulo La educación financiera desde el sector privado (Libro La prevención del sobreendeudamiento privado, Aranzadi, 2017); capítulo Intermediarios de crédito inmobiliario, sus representantes designados y prestamistas inmobiliarios (Comentarios a la Ley Reguladora de los Contratos de Crédito Inmobiliario, Wolters Kluwer, 2019); capítulo Un análisis práctico de la toma de decisiones de un consumidor medio (Perspectiva legal y económica del fenómeno FinTech, Wolters Kluwer, 2021); Del dinero mercancía a las criptomonedas (Situación, tendencias y restos del sistema financiero, Aranzadi, 2022); Los puntos de conexión entre el reglamento sobre la resiliencia operativa digital del sector financiero y el reglamento sobre los mercados de criptoactivos, y la regulación del mercado de valores (Comentarios sobre la Ley 6/2023, de 17 de marzo, de los mercados de valores y de los Servicios de Inversión, Aferre, 2024).
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