Avalar es una decisión personal que implica comprometer todo tu patrimonio presente y futuro, además del de tus herederos, si falleces antes de que el aval deje de tener vigencia.

Siempre lo deberíamos limitar, por ejemplo estableciendo que se avala el 20% de la deuda hipotecaria que primero se amortice, bien con figuras como el hipotecante no deudor. Y si el aval lo solicita el banco por qué no está seguro de que los hipotecados van a poder pagar, mejor pensar si nosotros nos vamos a fiar de alguien al que el banco no le da la confianza necesaria.
De todas estas cosas he opinado hoy en un programa con un formato peculiar, pero en el que me he sentido a gusto pudiendo dar más información al público en general sobre el aval y sus riesgos: De Buena Ley de Telecinco.
Ser trabajador por cuenta propia en España es un acto de fe y valentía, asumiendo los riesgos de un negocio (muchas veces básicamente para conseguir un empleo) y prácticamente ningún derecho laboral.
La economía se está precarizando, con empleos de baja remuneración, temporales, a tiempo parcial y, todo ello, teniendo en cuenta que el mal empresario lo utiliza muchas veces de forma ilegal, haciendo contratos a tiempo parcial que no lo son y pagando (o no pagando) las horas en B.
La alternativa es ser un autónomo, en una situación aún más precaria si cabe. En un país que tiene un número insuficiente de empresas competitivas y con futuro que creen el empleo suficiente para dar trabajo a la mano de obra desocupada, o nos sometemos a las leyes económicas del mercado de oferta y demanda laboral, con las consecuencias ya citadas, o bien asumimos que el mejor empleo es el que creamos nosotros.
Prefiero una economía autonomizada a una precarizada. Si queremos sentar las bases de un mercado laboral mucho más competitivo, pero justo, tendríamos que mejorar de forma muy importante la cobertura y derechos de los trabajadores autónomos.
Les guste o no a los trabajadores, los falsos autónomos son una realidad y seguirá creciendo. Luchemos contra esta realidad, pero legislemos para que el colectivo tenga más derechos, al menos.

La crisis económica está creando un estado de opinión, además de las ya dramáticas situaciones personales de cada uno, que alimenta la generación de determinados sentimientos y rutinas mentales que afectan, de una forma u otra, a nuestra salud mental.

Las enfermedades mentales, sean desordenes pasajeros o duraderos, son las más desconocidas y estigmatizadas a las que un paciente debe enfrentarse, al menos en países como el nuestro. Gran parte de esta distorsión se debe a nuestra incultura en este tipo de materias, otra importante culpa la tiene un relativo atraso en la investigación médica y psicológica, y en menor medida abusos de algunos al fingir dolencias.

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Definir otra rama del saber sin ser un estudioso de ella es, cuanto menos, una forma de dejar por escrito tu ignorancia. Por tanto, que un economista pretenda definir la psicología es un ejercicio arriesgado y, tal vez, inútil.

Sin embargo creo que sí puede ser de utilidad, ya que muchos de los temas que toca la carrera de economía son comunes a la carrera de psicología, ya que, a fin de cuentas, estamos analizando el comportamiento humano.

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Me declaro economista no rancio y me auto otorgo la capacidad de juntar algunos conocimientos de economía con otros de psicología, tocando de oído pero intentando afinar. En varios artículos intentaremos resumir algunos de los aspectos relacionados con la economía y psicología.

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