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De productos financieros ha ido la semana en los portales de FinancialRed. También hemos tratado de aventurar que futuro laboral hay detrás del tele-trabajo.

Bankia y Banca Cívica: sin credibilidad nuestro sistema financiero ha perdido lo más importante de cara a los inversores extranjeros y nacionales.

Las participaciones preferentes son:

  1. Son un producto complejo de carácter perpetuo. Con esta primera frase bien leída, el ahorrador de perfil conservador no habría invertido en preferentes.
  2. Una participación preferente es un título de renta fija emitida por un banco o caja.
  3. No constituye un depósito bancario, por lo que no están garantizadas por el FGD.
  4. Preferente no significa que se sea acreedor privilegiado. El orden de prelación de los poseedores de participaciones preferentes está después de los acreedores comunes y subordinados. En román paladín, cobran de los últimos en caso de quiebra de la entidad.
  5. Si la entidad financiera no tiene beneficios, no se cobra.
  6. A los 5 años, con autorización del Banco de España, la entidad puede recomprar las participaciones preferentes por su valor nominal. En el caso de la CAM, representaría un regalo para sus tenedores, difícil de justificar dado que se haría por un precio muy por encima de su valor de mercado, con dinero de todos los contribuyentes.

Si tienes preferentes de la CAM o de cualquier entidad financiera o si tu director quiere encasquetártelas, no debe dejar de leer el post Participaciones preferentes: un producto de riesgo.

Trabajar desde casa para otra empresa puede implicar un cambio de paradigma laboral en un futuro no muy lejano.

Hay ventajas y desventajas para el trabajador y la empresa que afectarán, sin duda, al marco laboral venidero.

No el tradicional, ese de papel que se presenta en las entrevistas tradicionales de trabajo y que casi nunca dice nada ni sirve de mucho más que de formalidad laboral. La vitalidad es la del curriculum 2.0, una entelequia viva y en constante evolución.

El curriculum 2.0 es todo lo que consta en nuestro curriculum 1.0 (estudios, trabajos y demás) y lo que escribimos en el blog personal o profesional,  los comentarios que hacemos en otras webs o blogs, los vídeos que colgamos en Youtube, las diapositivas que compartimos en Slideshare,  nuestros perfiles  en redes profesionales y sociales y todo lo que hacemos en la Red.

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Leo en Meneame el supuesto caso (actualización 11/08/2010: acerté al sospechar, es un Hoax, si bien no desvirtúa el contendido de este post) de una empleada que abandona su trabajo harta de sentirse menospreciada por su jefe Spencer. Os recomiendo ver y leer las fotos por qué no tienen desperdicio. La traducción, si la necesitáis, está en el comentario 8 del enlace de Meneame.

Básicamente, se va al saber que su jefe, además de tratarla despóticamente y olerle mal el aliento (señores, pidan a su familia que le diga la verdad en pos de una saludable jornada laboral con los suyos), considera que una de sus mayores cualidades es estar buena. Daría risa si no fuera tan triste y tan común, me temo. No es que encontrar bonita a una compañera o empleada o jefa sea malo, lo malo es usar esta percepción para minusvalorar las cualidades de una profesional.

En la misma línea, no de belleza femenina, sino de un profesional que se ha marchado de una empresa por la incapacidad directiva de su responsable, leí un post explicando su vivencia de un buen amigo (está en catalán, aconsejo Google traslator en caso de no entenderlo, vale la pena).

No voy a polemizar por polemizar, yo soy un empresario humilde y tengo mis virtudes y defectos laborales como todo el mundo. No se trata de atacar al colectivo de directivos ni hacer populismo bloggero barato.

Lo que ocurre es que uno, si dirige personas y gestiona recursos, tiene una responsabilidad que no puede olvidar. De su capacidad de gestión, de coordinar equipos humanos, de su involucración en la empresa y en sus habitantes (socios, directivos, empleados, proveedores, clientes) depende no sólo su sueldo o beneficio, sino las personas y sus sueldos y bienestar.

Un directivo inútil puede llevar a la ruina una empresa y mandar a sus empleados a la calle, a los socios arrebatarles el valor de las acciones, a sus proveedores obligarles a ajustar sus plantillas y a los clientes dejarles sin servicio, entre otros damnificados.

No digo que para ser directivo haya que ser un genio, ni mucho menos. Ni que se haya que tener un carácter exquisito y una inteligencia emocional a prueba de bomba. Lo que si digo es que si uno tiene intención de dirigir personas y recursos, debe ser disciplinado, serio, voluntarioso, disfrutar de su trabajo y de trabajar con los demás, formarse cada día en las habilidades técnicas que requiere su puesto y en las emocionales que se necesitan para mandar. En pocas palabras, ser un jefe y no un gañán empresarial.

Los emprendedores arriesgan su dinero e invierten su tiempo para, si la cosa funciona, obtener un beneficio. No basta, para poder apropiarse del beneficio que genera su empresa. Hay que dar más, crear un ambiente de trabajo productivo y sano en que sus empleados se sientan bien. La responsabilidad social ya no debería ser un plus, en una sociedad interconectada y social como la que empezamos a vivir, crear empresas humanas será una condición necesaria para sobrevivir empresarialmente. O eso espero si queremos ser un país competitivo.

A los vagos, a los manipuladores, a los arrogantes, a los engreídos, a los aprovechados, a los déspotas, a los ignorantes, a los irresponsables y demás, les ruego no se dediquen al mundo de la dirección. Sobran.