El IPC adelantado por el INE de junio de 2022, que puede ser revisado al alza o a la baja en algunas décimas, ha cerrado al 10,2%. El IPC subyacente, inflación que no tiene en cuenta alimentos no elaborados ni productos energéticos, al 5,5% en términos interanuales.
No se veía un crecimiento interanual tan alto de la inflación desde abril de 1985.
¿Qué consecuencias tiene para el bolsillo del consumidor y para la caja de las empresas?
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En primer lugar, hay que tener en cuenta que básicamente nos estamos enfrentando a una inflación de oferta o de costes, no a la habitual inflación de demanda. Es decir, los precios suben a causa de la escasez de materias primas y componentes que la política de Covid 0 de China y la Guerra en Ucrania provocan. El incremento de costes de energía propiciado por Rusia es parte del grave problema que vivimos.
Los bancos centrales utilizan todo su armamento de política monetaria para mantener la inflación cercana al 2%. Si la inflación fuera de demanda, es decir, que los precios suben porque se compra mucho, la receta estaría clara: subir tipos de interés para que el crédito se encareciera y frenar así las compras; “enfriar la economía”.
Sin embargo, atacar una inflación iniciada por los costes con subidas de interés tiene graves consecuencias: a los crecientes precios, se le suma un encarecimiento del crédito a tipo variable. Así las empresas que han visto como los costes de sus aprovisionamientos no han parado de subir, tendrán además que sufrir costes financieros al alza. Las familias que tienen una hipoteca variable, van a ver como sus cuotas crecen unos 100€ al mes cuando se les revise la financiación con el Euribor de junio de 2022 en adelante.
Además, cuando suben los intereses y, además, el BCE deja de hacer compras netas de deuda pública de los diferentes países, los intereses que los mercados financieros exigen a los países para financiar su endeudamiento, suben. La famosa prima de riesgo puede volver a ser noticia en los próximos meses. España es un país que enfrentará esta situación sin los deberes hechos, con una déficit público disparado (gastamos más de lo que ingresamos cada mes) y una deuda pública por encima del 115% del PIB (nuestra deuda pendiente de devolver es de 1,453 billones de euros). Una partida de tanto peso como el pago de las pensiones públicas, se disparará si se indexa con el IPC de este año.
La inflación supone que con el paso del tiempo el dinero “vale menos”, es decir, hay que pagar más euros para comprar los mismos productos y servicios que antes. Así podemos decir que una inflación interanual del 10,20% representa un empobrecimiento general del 10,20%.
Como en todos los movimientos económicos, unos pierden menos que otros. Las familias y empresas que no pueden luchar contra los efectos de la inflación, por estar endeudadas y sin capacidad de inversión, sufrirán la peor parte. Los que inviertan en acciones de empresas que pueden trasladar el aumento de costes a precios, verán como su inversión crece al mismo ritmo que la inflación. Invertir en activos que rentan la inflación o la superan es la forma de luchar contra la devaluación del poder de compra del dinero.
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