Sería muy ingenuo pensar que las decisiones que tomamos son siempre totalmente objetivas basadas en argumentos técnicos y en conocimientos; no, no somos robots y menos mal.

Como no podía ser de otra manera, cuando hablamos de economía, ya sea a nivel familiar o empresarial, nos pasa lo mismo, o más si cabe, ya que el dinero, a pesar ser cierto que «no da la felicidad» representa mucho en la sociedad tanto a nivel tangible como intangible.

Considero que el mayor exponente de la economía y lo que más lo representa es el funcionamiento de los mercados financieros (bolsa, emisiones de deuda…) ya que se unen todos los factores objetivos que se dan en economía: datos macroeconómicos, empresariales, sistemas contables, auditorías, fiscalidad; y otros no tan objetivos: falta de información, abuso de poder, engaños y, por supuesto, sentimientos. Todos estos factores, dan lugar a una oferta y a una demanda que puede generar intercambios de una forma rápida, ágil y muy trasparente.

Esta facilidad de intercambio y, por tanto, de tomar una decisión de inversión (o desinversión) hace que todo el proceso sea más intenso (y todos los factores que intervienen), intensidad que aumenta exponencialmente a medida que lo hace la frecuencia de la operativa: desde el “trader” que hace “intradía” (varias operaciones de compra-venta el mismo día) hasta el que invierte a años vista.

Del tema de la psicología de un trader se ha escrito mucho, y podemos hablar de “Psicotrading” corriente que intenta educar a la persona a “especular” prácticamente como un robot, si hay que tomar decisiones económicas en cuestión de segundos es la única forma de no perder dinero. La mayoría de traders fracasan estrepitosamente a pesar de tener conocimientos técnicos impresionantes, pero a la hora de operar no son capaces de llevarlas a cabo.

El motivo es simple: se pueden juntar muchas emociones durante una misma jornada “laboral”: miedo a entrar (a pesar de tener las señales); entusiasmo/euforia por haber acertado (que nos puede hacer creer invencibles); ansiedad por no ver resultados (que hace que hagamos operaciones cuando no se tienen que hacer); negación (“no ha sido fallo mío”, “el mercado va en mi contra”); miedo/pánico (que hace que no volvamos a entrar o que deshagamos inversiones de forma ilógica); rendición; depresión…

Todo lo que puede vivir el trader en 30 minutos, también le pasa el ahorrador/inversor a pero a lo largo de los años, y no solo al hablar de mercados financieros, también al que decida montar un negocio. Esta menor vehemencia hace que hayas más ganadores a largo plazo que a corto.

Hay una máxima al hablar de inversiones “no inviertas en nada que no te deje dormir”; y estoy totalmente de acuerdo, sin duda no vale la pena perder la salud para tener algo más de ahorros o más sustento económico.

Con esto no quiero decir que a quien le pase esto descarte la inversión, estaría animando a dejarse vencer por el miedo. En cambio sí puede formarse para conocer bien el producto, mercado, activo en el que está invirtiendo, comprender a la perfección los riesgos, la estrategia a seguir en base a unos resultados u otros, en definitiva, asumiendo que no se tiene porqué ganar, tener todo bien atado y con un margen de maniobra suficiente.

Manipulación de los sentimientos

Desgraciadamente, uno de los factores de los mercados financieros es la manipulación y la utilización de información privilegiada (prohibido absolutamente, pero o bien es muy difícil de comprobar o bien no interesa) y esto no solo afecta a nivel personal sino ya a nivel sociedad:

Para predecir los movimientos económicos, se utilizan “encuestas de sentimiento”, existen a nivel consumidor, empresarial… y también a nivel inversor; y aunque parezca mentira, niveles de máxima confianza de los pequeños ahorradores en épocas alcistas adelanta un cambio de sentido y un inicio de tendencia bajista.

Esto se puede explicar por la “Ley del Sentimiento Contrario”, que nos dice que cuando la mayoría de prensa, analistas… recomiendan una inversión ésta bajará. Si lo pensamos es lógico: cuando todos los inversores influyentes dicen que hay que comprar, es porque ellos ya lo han hecho (evidentemente provocando subidas de los precios), así que ya solo falta que inviertan los “pequeños”, y ¿a quién les compran? precisamente a los grandes que ya han obtenido beneficio, lo que provoca un giro “enganchando” a los últimos en entrar.

Este movimiento, a lo grande, que provoca las “burbujas”: las personas detectan que un activo sube su precio, en un primer momento provocado por compras de grandes inversores, lo que despierta sentimientos (envidia, celos, avaricia, falta de humildad…) que hacen que la mayoría de personas también quieran comprar (sin conocimientos, sin una estrategia, y lo que es peor, a veces sin dinero teniéndose que financiar)… hasta que un día, por el motivo que sea algún gran inversor empieza a vender; si se intensifica y otros lo hacen, explotará la burbuja provocando reacciones en los inversores familiares: habrá quien presa del pánico venda, quien por orgullo y falta de humildad compre más “aprovechando” que ha bajado de precio, quien desanimado y deprimido por haber perdido sus ahorros no quiera hacer nada y nunca más vuelva a realizar una inversión.

En definitiva, los sentimientos son humanos, pero para que no nos traicionen una formación y un análisis son indispensables a la hora de invertir.

Luis García Langa, experto en mercados financieros y colaborador de Futur Finances. Si quieres contactar con el, te invitamos a rellenar este formulario, sin compromiso.

 

1 comentario

Trackbacks y pingbacks

  1. […] Emociones e inversiones, Luis García Langa […]

Dejar un comentario

¿Quieres unirte a la conversación?
Siéntete libre de contribuir!

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *