Por mucho que se quiera culpar al Gobierno de España de recortar derechos sociales, estas medidas van a ser tomadas por todos los países de nuestra zona por un simple motivo: su superviviencia económica.
Citando a uno de los economistas que más me gusta leer, el señor Nouriel Roubini, en su artículo Regreso al abismo:
Así, los acontecimientos recientes habidos en Grecia, Portugal, Irlanda, Italia y España son simplemente la segunda fase de la reciente crisis financiera mundial. La socialización de las pérdidas privadas y la laxitud fiscal encaminada a estimular las economías en recesión han propiciado una peligrosa acumulación de déficits presupuestarios y deuda públicos. Así, pues, la reciente crisis financiera mundial no ha acabado; al contrario, ha alcanzado una fase nueva y más peligrosa.
De hecho, una definición práctica de una crisis financiera es la de un episodio que obliga a las autoridades a pasar un largo fin de semana intentando desesperadamente anunciar un nuevo plan de rescate para evitar el pánico nacional y mundial antes de que los mercados abran el lunes.
Lo que nos dicen la gran mayoría de economistas con los que coincido, al igual que Roubini, es que primero los gobiernos han rescatado a empresas privadas por el peligro de quiebra del sistema y ahora toca rescatar a los propios gobiernos.
La receta para evitar una catástrofe fiscal y dejar de pagar nuestra deuda (con las indeseables consecuencias para todos los que vivimos en España) es la disciplina fiscal. En pocas palabras, gastar menos y con más acierto. El Gobierno de España, con su plan de reducción de sueldos de los funcionarios y congelación de las pensiones busca exactamente esto: gastar menos.
Para bien o para mal, no creo que haya muchas más opciones a corto plazo. Más que tomar esta medida (y las que probablemente seguirá tomando), se ha visto obligado. Los países fuertes no van a rescatar a los rescatadores a cambio de nada. Alemania y otros estados fuertes, de no exigir medidas de recorte y racionalización de gasto, se verían en la necesidad de ser rescatadas por otros. ¿Y hay otros? No.
Ahora toca racionalizar el gasto público; se ha pedido un sacrificio a funcionarios y pensionistas (a los empleados del sector privado el propio mercado ya nos ha obligado a sacrificar nuestro bienestar) pero se debe dejar de despilfarrar dinero de las arcas públicas. Cada proyecto, decisión de gasto o inversión deberá ser analizado con lupa y confrontar su rentabilidad con los intereses que pagamos por financiarla.
Es decir, si invertimos en infraestructuras con dinero ajeno, de los mercados internacionales, estas infraestructuras deben suponer una rentabilidad económica superior al tipo de interés que pagamos. En caso contrario, no es el momento de invertir en ellas.
En otro post hablaremos de las medidas para aumentar los ingresos del Estado, la otra pata de las finanzas públicas. Este recorte de salarios y congelación de pensiones supondrá una reducción de la demanda de bienes y servicios, que incidirá también en el sector privado. Si u n funcionario deja de gastar 200 euros en comidas y cenas, los bares y restaurantes dejarán de ingresar estos euros. Y su beneficio caerá en la misma cuantía. Esto podría afectar a los empleados que estos establecimientos tiene.
Las medidas del tijeretazo, reitero, no son para salir de la crisis. Son para no desaparecer con ella.
Comentarios recientes