No lo digo yo, que conste. Lo dicen personas cualificadas en EE.UU.
El gobierno americano anuncia la mayor intervención del mercado de su historia. Obama, posible nuevo presidente de EE.UU., dice, nada más y nada menos, que: “Lo que nos llevó a este punto fueron años y años de una filosofía que consideraba desaconsejable e innecesaria una regulación y supervisión hasta de sentido común”, advirtió, preparando el terreno para lo que podría ser su primer reto si llega a la presidencia: la mayor revisión de la regulación financiera desde 1929.
La semana anterior el gobierno americano acudió al rescate de las entidades hipotecarias Fannie Mae y Freddie Mac.
El martes tomó el control de AIG, la aseguradora más grande del mundo.
Propició la compra de Merril Lynch por parte del Bank of America.
El quebrado Lehman Brothers es adquirido por Barclays (por eso ahora deben dar hipotecas al 80% del valor de compra-venta en España, porqué no tienen liquidez después de esta monumental compra).
Y este viernes el Gobierno de EE.UU. propuso un macroplan para adquirir créditos morosos e ilíquidos a las entidades financieras del país, valorado en “cientos de miles de millones de $” (mucho, vaya). Con esta noticia, las bolsas mundiales experimentaron subidones espectaculares. El IBEX subió en una sola sesión el 8,71%, su máximo de todos los tiempos.
Ya se habla de un nuevo sistema económico, el “capitalismo socializado”. La constatación de que la cultura de la “codicia” es insostenible (en palabras del presidente del Bank of America, nada menos).
Los que han criticado la economía de muchos países europeos, acusándola de intervencionista, deberían hacer un poco de autocrítica, en vista de lo ocurrido en el ex-paradigma del libre mercado americano.
El macroplan del Tesoro, todavía por perfilarse, establece que el Gobierno comprará a los bancos los activos ilíquidos y deteriorados (todos ellos vinculados al sector inmobiliario). El presupuesto asignado puede rondas los 800.000 millones de $.
Ahora resulta que admiten que el sistema regulatorio del país está “anticuado”. Genial. Y para intentar arreglar los platos rotos de esta mala regulación, serán los contribuyentes americanos los que pagarán; se utilizará dinero público para ayudar al sector privado a salir de la crisis, en aras del bien común. Fantástico. Tanto liberalismo para acabar en esto?
Lo más frustrante para el contribuyente, y cito textualmente un escrito de Miquel Roig en Expansión, “es que realmente la factura es por su bien. Si el sistema financiero se hunde, los más perjudicados no serán los banqueros con millones de dólares ahorrados, sino la inmensa mayoría de ciudadanos”.
Tiempos inciertos los que nos han tocado vivir.
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