Parecía algo muy lejano, pero el reciente comportamiento del Euribor nos sugiere pasar de una hipoteca variable a una hipoteca a tipo fijo. Todos los que tienen una hipoteca a tipo variable saben (o deberían saber) a qué riesgo se exponen: básicamente, a que si el Euríbor sube, la cuota de la hipoteca subirá, y cuanto más suba el primero, más subirá la cuota.
Hasta hace poco todo era un gran jolgorio, ya que el Euríbor no sólo se había puesto en negativo en 2016 sino que no daba visos de subir, o no al menos de una manera ni inminente ni brusca. Durante 2020 y 2021 pudimos ver como este indicador de referencia para las hipotecas variables subía un poco un mes y descendía otro poco al mes siguiente o al otro. Cierto es también que todos los expertos avisaban de que la fiesta del Euríbor en negativo se iba a acabar más pronto que tarde, siendo las previsiones más realistas el año 2023 como el momento en el que el Euríbor saldría de valores negativos.
Pero siempre llueve sobre mojado y como si con la pandemia y el encarecimiento de las energías no tuviéramos bastante disloque, la guerra de Ucrania ha llenado de sombras el futuro de la economía europea, con una inflación que duplica la prevista y un crecimiento del PIB que posiblemente no llegue ni a la mitad de lo que se esperaba. En otras palabras: pintan bastos.
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